El género de terror está a la par de la ciencia ficción, el western, la comedia o el melodrama. Cosa que en México no sucede porque, querámoslo o no, el cine de horror en nuestro país se puede considerar como un subgénero, ya que en más de cien años que el cine tiene de existencia, hemos sido incapaces de abordarlo con todas sus reglas y significados. Pocos han sido los cineastas que han abordado el género con entera conciencia de sus elementos, que han sabido manejar sus atmósferas, sus elementos técnicos (como son la luz y el sonido), sus claves, para crear verdaderos ambientes de un género que nació de la literatura y del imaginario colectivo y que al pasar de las décadas, se adueño del séptimo arte.
No hemos sabido manejar el susto, el miedo, el terror y el horror en atmósferas generadas por esos sucesos paranormales y las docenas de obras fílmicas que se han realizado nos dan la razón. La evidencia está en el "no-creer", en la elaboración de personajes y filmes mal hechos, en contar anécdotas demasiado inverosímiles incluso dentro de la misma fantasía.
Hemos querido importar fantasmas, demonios, vampiros, brujas, hombres lobo y demás personajes, sin éxito alguno y en lugar de manejarlos en su justa medida, con la complejidad que cada uno de ellos tiene desde su forma física y hasta psicológica, los hemos usado en y por la superficialidad de su aspecto hasta el hartazgo, tanto así, que pareciera nos burlamos de ellos y los ocupamos en películas para el mero lucimiento de cómicos y luchadores; lo que nos demuestra que México no le tiene miedo ni a la muerte.
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